Por Cecilia Flores
En ese asombroso acontecer que es la existencia, pocas cosas asaltan mi admiración de manera perpetua como la lluvia… magnífico y avasallador designio que se apodera del tiempo sin consentir elección alguna.
Su revelación ante nuestros ojos, aproximándose desde el cielo con un efecto paralizante, instala fin a lo que acontece y así nos escabullimos buscando resguardo para no ser palpados por la sustancia misma.
Acercando el más allá hacia nosotros, lo torna perceptible. De donde se revela? A donde va?
Hasta el más pavoroso, sórdido o valiente cede ante ella, no hay quien consiga alterar su propósito, no hay dificultad que no torne relativa con su estridente poder, no hay palabra que no silencie, ánimo que no sosiegue, labor que no postergue y en el mejor de los casos, para aquellos espíritus inquietos, no hay alma que no conmueva.
Un poco de vida nos toca, nos modifica, ansiemos lograr esa conexión, demos lugar a ese ritual del más allá para que transforme mágicamente por un momento nuestro estado. Cerrando los ojos, alcemos la cabeza y percibamos en nuestro cuerpo, una simple perfección….Certeza que nos brinda la existencia…
Seamos protagonistas, destinatarios magníficos enlazados con esa energía, empapados de sensaciones.